En la vida no todo es blanco o negro, generalmente las cosas suelen tener matices que conforman nuestra realidad, como si formaran un paisaje. Este paisaje puede provocarnos una diversidad de emociones, dependiendo del lugar en donde fijemos la vista.

La contingencia es como el paisaje… está ahí. Sin embargo, al ser los observadores, tenemos la libertad de elegir qué queremos ver.

Este cuento Zen adaptado de la revista El Mundo de Sophia (Simonet, 2012), nos invita a reflexionar al respecto:

 

Había una vez un rey que deseaba tener un cuadro que representara la paz perfecta. Invitó a todos los artistas de su reino a participar en un concurso en donde se premiaría a la pintura que mejor transmitiera ese estado de serenidad. Fueron muchas las obras de arte que llegaron hasta el rey, quien disfrutó el admirarlas. Sin embargo, hubo sólo dos pinturas que plasmaban, cada una a su manera, ese paisaje que el rey tanto anhelaba. La primera mostraba un lago en calma, que reflejaba como un espejo las serenas montañas y el cielo de un azul profundo con sus blancas nubes de algodón. La mayoría de los asistentes estaban seguros de que ese sería el cuadro ganador. La segunda pintura era totalmente diferente, aunque también tenía una montaña, esta era irregular y afilada. El cielo gris dejaba caer sobre la roca una terrible tormenta acompañada de rayos. El agua que caía del cielo se azotaba con fuerza a las paredes de la montaña, generando una especie de río salvaje. En la sala, todos se preguntaban cómo era posible que ese cuadro reflejara paz.

 

El rey observaba detenidamente el cuadro. Su atención se encontraba en un pequeño arbusto que crecía en una grieta de la montaña. En su interior, en medio de la tempestad, el arbusto resguardaba un nido, en donde un pajarito protegía a sus polluelos. Después de reflexionar por unos momentos el rey decidió que el cuadro ganador sería el segundo, y explicó a los asistentes: “La paz no se trata de estar en un lugar tranquilo, sin preocupaciones, sin problemas, sin dolor, sin ruido o sin arduo trabajo. La paz significa que, a pesar de estar en medio de todo ello, seamos capaces de permanecer en calma dentro de nuestro corazón”.

 

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Cuando nos encontramos en medio de la tormenta, es difícil observar los pequeños detalles de belleza y paz. En el cuento, probablemente, el mismo rey haya tardado en ver el detalle del nido. Afortunadamente, en esta experiencia de contingencia sanitaria no estamos solos y dialogar con otros sobre esos nidos escondidos que encontramos en nuestro paisaje puede ayudarnos, y ayudar a otros, a identificar espacios de belleza y posibilidad.

Te invitamos a tomar unos minutos para reflexionar sobre las posibilidades que tiene la educación en esta contingencia, toma en cuenta lo que estás viviendo en estos momentos. Piensa cómo podrías contribuir a que regresen todos tus estudiantes, respetando la diversidad y creando oportunidades igualitarias, escuchando y acogiendo especialmente a los más vulnerables.

 

Te sugerimos elaborar una estrategia para lograrlo. Recuerda que nuestro paisaje actual esconde oportunidades para dar vida a nuevas ideas.

 

Te proponemos dialogar con algunos colegas sobre los desafíos que van a encontrar en este ciclo escolar y cómo enfrentarlos para contribuir a que regresen todos los estudiantes y que se respete su diversidad.

 

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