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La reforma curricular es la manera en que, tradicionalmente, se ha buscado el cambio educativo. Para llevar a cabo estas reformas es crucial la participación de todos los actores escolares, especialmente de los docentes, quienes tenemos el reto de poner en marcha las propuestas curriculares en el aula y la escuela, en función de las características de los estudiantes y los contextos en los que trabajamos.

 

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Para lograr que el cambio curricular realmente apoye y mejore las prácticas en el aula, se requiere:

 

  • la comprensión de la necesidad del cambio y el compromiso con el mismo, por parte de los docentes

  • la flexibilidad para comprender que los docentes no aplicamos fácil ni automáticamente ningún cambio curricular,

  • la apertura a nuevas formas de concebir, organizar y evaluar la enseñanza y el aprendizaje,

  • la reflexión sobre la práctica para reconocer las mejoras y modificaciones que requiere,

  • la disposición para abrirnos a nuevas formas de hacer las cosas y ensayar alternativas

  • la adaptación de nuestro estilo de enseñanza y formas de evaluar el aprendizaje a los nuevos planteamientos,

  • una constante valoración para analizar si se están cumpliendo las mejoras previstas, y

  • un fuerte trabajo colaborativo para emprender los cambios.

 

Aunque todo esto no ocurre de un día para otro, es fundamental la flexibilidad para aprender algo nuevo a pesar de nuestras creencias y diferencias; así podremos trabajar con nuestros colegas y contribuir a la formación integral de los estudiantes desde diferentes perspectivas o disciplinas que consideren aspectos afectivos, culturales y sociales por los que atraviesan.

 

Ante el escenario de cambios en los planes y programas de estudio en educación básica y educación media superior

 

¿Cómo hemos experimentado estos cambios como individuos y como colectivos?

¿Qué oportunidades de aprendizaje nos representan dichos cambios para nuestra práctica?

¿Qué hemos hecho y que más debiéramos hacer frente a estos cambios?

 

 

 

 

Texto

 

Ezpeleta aborda la necesidad de entender los contextos en los que se desarrolla una innovación educativa para garantizar su éxito. Argumenta que un enfoque contextualizado permite alcanzar un mejor entendimiento de los procesos de cambio; además, destaca que es clave para la implementación de innovaciones, la claridad de objetivos, una visión a largo plazo, la identificación de recursos y la participación de todos los interesados.