En América Latina desde el 2000 se afirma la educación como derecho y bien público y el papel del Estado como garante.
También sucedieron reformas curriculares, incorporándose la formación ciudadana, la educación ambiental y la educación sexual integral, y crecieron, con diferencias entre los países, los docentes titulados, y la participación de estudiantes y organizaciones de la sociedad civil en las políticas educativas.
En este marco es crucial explicitar la educación que queremos y cómo alcanzarla. Primero, es obligatorio que las políticas educativas se inscriban en un sistema de protección integral de la niñez y la adolescencia, que garantice “trayectorias escolares protegidas”, de cualquier amenaza del contexto social.
Segundo, redefinir el vínculo de la institución escolar frente a la diversidad, observando la distancia entre el estudiante ideal y el real. En los sistemas educativos, tanto las instituciones como las prácticas de aula están inspiradas en un estudiante tipo (urbano, blanco y de clase media), mientras los estudiantes que se alejan de estos parámetros tienen trayectorias más complejas y vulnerables.
Para avanzar en la consolidación del cambio educativo, un lineamiento fundamental es que las instituciones pongan en el centro la identidad de sus estudiantes y desde allí:
Adoptar una lógica institucional que apele a la curiosidad de cada docente, para saber quiénes son sus estudiantes y cuáles las estrategias para garantizar una experiencia educativa plena;
Redefinir el vínculo de la institución escolar con la comunidad, con cada uno de sus estudiantes. No se puede seguir sosteniendo dinámicas institucionales que niegan las múltiples identidades.
Escucha a Néstor López, conferencista de cierre del Primer Ciclo Iberoamericano de Encuentros con Especialistas: https://youtu.be/eFLBRhEUnUk
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